A pesar de haber existido durante más de 25 años, las escuelas taller son poco conocidas por el público. Pero yo comencé a ejercer como arquitecto técnico en ellas.

Pero antes de contaros mi experiencia vamos a comenzar por el principio:

Concepto de escuela taller

Las escuelas taller nacieron para dar una formación a jóvenes que habían abandonado la educación formal y se enfrentaban al mundo laboral sin dominar ninguna profesión.

Al principio se pusieron en marcha en el entorno rural. Donde había muchos jóvenes que necesitaban aprender un oficio con el que ganarse la vida.

Aguilar de Campoo el primer municipio en albergar una escuela taller, teniendo como objetivo restaurar el patrimonio románico de la zona a la par que enseñar un oficio de futuro a los jóvenes de la zona.

Por eso las escuelas taller están muy ligadas a la construcción y la arquitectura.

De hecho fue José María Peridis, arquitecto, el gran impulsor de estos proyectos educativos quien en 1985, con la ayuda institucional necesaria, puso en marcha la primera escuela taller para rehabilitar el Monasterio Santa María la Real en Aguilar de Campoo.

Con los años evolucionaron y su duración fue variando, de 24 meses a 18 o 12, o incluso 6 meses en el caso de las Casas de Oficios. Variaba la duración en función de las profesiones que se enseñaban y también de los presupuestos que manejaban las administraciones en cada época. También varió la denominación al aplicarse el proyecto a personas mayores de 25 años, llamándose Talleres de Empleo.

Mi papel como arquitecto técnico en estos proyectos

Originalmente estos proyectos contaban con un equipo de profesionales de primera línea, con un director experto en educación, dirigiendo el proceso formativo (como en un instituto), unos técnicos que realizasen los proyectos y dirigiesen las obras, unos profesores de teoría de cada oficio (normalmente los mismos arquitectos y aparejadores), unos monitores expertos en los diferentes oficios: albañilería, cantería, etc… un profesor de compensatoria (así se llamaban las clases de refuerzo de la ESO) ya que muchos alumnos no tenían estudios obligatorios básicos y se les ayudaba a conseguir esa titulación básica. Y por supuesto un administrativo para organizar toda la documentación.

Con el tiempo se fueron reduciendo estos equipos hasta tal punto que solo quedó el director de proyecto y los monitores de oficios.

Y en esas entre yo, como aparejador director de obra y también como director del proyecto, y también administrativo… Además impartía clases teóricas de oficios y de compensatoria. Pues exprimían al máximo el curriculum aprovechando mi capacitación como docente.

Además existían otras formaciones que también me tocaba impartir como la formación en riesgos laborales y la inserción laboral, tanto búsqueda activa de empleo como autoempleo o creación de pequeñas empresas.

Desarrollé nada menos que 7 proyectos formativos a lo largo de 8 años durante el periodo 2005-2013, y en diferentes administraciones públicas.

A nivel de aparejador tuve ocasión de afrontar el proceso constructivo desde diferentes ángulos, comenzando por definir las obras a realizar elaborando proyectos o memorias valoradas; contratando la obra: materiales y a veces oficios (cuando determinadas tareas excedían las competencias del programa formativo) y dirigiendo las unidades de obra.

Realicé diversas obras, la mayoría muy sencillas; reformas de edificios pero también una muy llamativa: la restauración del castillo de Fuentes de Valdepero.

Durante los últimos 2 años, ya con la crisis de la construcción en pleno apogeo, desaparecieron del programa formativo los oficios relacionados con la construcción, pues no permitían la inserción laboral de los alumnos. Dirigiendo en esa época proyectos de otras profesiones como mecánico de automóviles o diseño web.

Mi experiencia en el programa no pude ser más plena y satisfactoria de lo que fue

No solo porque me permitió comenzar a ejercer la profesión que había estudiado sino porque me sirvió para madurar y para crecer a nivel personal.

Trabajar ayudando a otras personas es quizá una de las maneras más gratificantes de trabajar.

Fue una experiencia muy enriquecedora ya que, aparte de adquirir experiencia en mi profesión de arquitecto técnico, me permitió desarrollarme como docente y como gestor, incluso a elaborar planes de negocio (ayudando a mis alumnos emprendedores). Y todo ello ayudando a salir adelante a personas que no habían tenido tanta suerte como yo en la vida.

Siendo un auténtico trampolín para lanzar mi carrera como arquitecto técnico pues me dotó de la experiencia profesional, en gestión y en creación de empresas necesarias para emprender mi propio camino.

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